5 de noviembre de 2007

Delhi, olor a cloaca, a sándalo y a vida

¡Qué diferente fue la primera vez que pisamos Delhi nada más salir del aeropuerto! Dos guiris atolondrados dando bandazos torpemente con sus mochilas a cada paso, temblando de nerviosismo por la incertidumbre y muy emocionados. Después de estas últimas semanas en Nepal, ahora estamos aquí en Delhi de nuevo, pero esta vez tristes y cansados; pues de repente hemos caído en la cuenta de que esto termina, de que las horas están contadas. Llegamos a Delhi ya entrada la noche y al salir del hostal nos zambullimos en el frenesí agotador del Main Bazar. Caminamos durante horas sin rumbo fijo, zarandeados por la abigarrada muchedumbre que andaba arriba y abajo, vociferaba, regateaba, sudaba, reía, y nos arrastraba por una corriente de vida que desbordaba el bazar. A esas horas, el bazar estaba muy concurrido, un incesante ir y venir de motos y ricksaws con sus impertinentes bocinas. Y la misma miseria que el primer día. Las grandes ciudades como Delhi engullen a las personas, las hacen invisibles, escondidas en la sombra y en la podredumbre, sin esperanza alguna.


Ayer estuvimos visitando la Jama Masjid, la gran mezquita, y el Fuerte Rojo que, la verdad sea dicha, aparte de la entrada principal no es muy atractivo. De vuelta al hostal cogimos nuestro último ricksaw. Miles de intocables, los parias del sistema de castas hindú, pedalean un ricksaw en el monstruoso tráfico de Delhi bajo un sol implacable y sin perder la sonrisa. Milagrosamente, circulan en uno de esos armatostes sin chocar ni ser arrollados, avanzan en los atascos con un claxon y buenos reflejos. El caos, pese a todo, siempre logra fluir y liberarse de sí mismo. Este gran desorden aparente, donde todo convive sin mediar distancias, sólo se sostiene por la mirada afable de las vacas que se tienden en plena calle y terminan de colapsar los carriles desocupados. Esa fue nuestra última imagen de India antes de partir.


Ya se acerca el final y son tantos los momentos que bailan en mi cabeza que necesitaré tiempo para asimilarlo todo, para volver a encajar en mi pequeño círculo cotidiano, en un mundo que durante un mes ha dejado de ser el mío. Echaré de menos esa sensación tan extraña y maravillosa de sentirte libre y perdido a la vez, el llegar a una estación y bajar del tren con la mochila repleta de ilusiones, de ansias por conocer nuevos aires y con la certeza de que el mundo es inmenso.
«Un viaje es el proceso de descubrirnos, un viaje nos pone cara a cara con nosotros mismos, nos muestra no sólo el mundo, sino la forma en que encajamos en él.»
(Javier Reverte) 
Gracias por vuestra lectura, esperamos que en cierta manera también hayáis viajado un poquito con nosotros.

4 comentarios :

Germán dijo...

Venga...venga...Javi, que el Freehand te espera. Eso si que va a ser una experiencia mística y maravillosa, volver a colocarte delante del ordenador para trabajar. Tienes que contarnos esa experiencia en el blog.
Katiana lo mismo, aquí los dias no se multiplican, se restan y parece que la semana no pasa nunca, ya verás te va a encantar volver a la rutina cotidiana.
Volved enteros os esperamos con mucha envidia.
Un abrazo.

Marta dijo...

Qué difícil será volver a la realidad después de tantas experiencias, aventuras, momentos románticos a orillas del Ganges.....aunque el viaje no se acaba ahí, ahora os esperan unas 20 o 30 cenas para que todos vuestros amigos, familiares, allegados, apalancados..vean las fotos.

David y Maika dijo...

Jo, que pena . Pero siempre quedarán los yogures y los platanos. Y también las veladas jugando al tabú, las comilonas, los copazos, el mar , los micrófonos, las duchas, los micrófonos, excursiones,, los micrófonos, DAVIDDD PARAMMMEEEE! bueno, un besotee muy gordo a los viajantes.David y Maika

Celular dijo...

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