31 de octubre de 2008

Egipto, un instante de eternidad

Viajar a Egipto es viajar a los albores de nuestra historia, a un tiempo mítico en el que hombres y dioses habitaban juntos al otro lado del Mediterráneo. Cinco mil años después, la antigua civilización surgida en torno a la poderosa fuerza del Nilo sigue fascinando a todos los viajeros que pisan sus ruinas. Son tantos lo misterios sin descifrar aún y es tanta la belleza que sigue enterrada bajo la ardiente arena.


Encontramos una oferta tan barata que nos decidímos a contratar el típico crucero de una semana a lo largo del Nilo. A veces me resultó difícil encajar mi mochila aventurera con un viaje organizado de guiris en plan "chilaba show tonight", pero navegar a lo largo del río, haciendo pequeñas escalas, es la manera más cómoda y eficiente de visitar los vestigios de la antigua civilización. Por suerte, nos tocó ir en un grupo muy reducido y la verdad es que nos divertimos mucho, aunque en Egipto el turismo es tan masificado que a veces es imposible abstraerse en soledad y silencio para dejar volar la imaginación hasta tiempos remotos.



Empezamos nuestro viaje por tierras faraónicas en Lúxor, la antigua Tebas, admirando por primera vez la magnificencia de los antiguos dioses. Allí permanecen inalterables al paso de los siglos los templos de Karnak, Lúxor, Hatshepsut… desde mucho antes de cuanto la memoria del hombre es capaz de recordar. "¡No todo es olvido en manos del tiempo!".


Continuamos la ruta surcando las profundas aguas del Nilo, siguiendo su curso y parando en los fastuosos templos de Edfú, Kom Ombo, Filé… hasta llegar a Asuán, la puerta de entrada al África negra. A unas pocas horas de camino permanecen en la inmensa soledad del desierto, desde la noche de los tiempos, los impresionantes templos de Abú Simbel, eternamente custodiados por los dos colosales gigantes de piedra construidos por el faraón Ramsés II. La siguiente y última parada fue El Cairo, constantemente agitada por doce millones de habitantes, bulliciosa y caótica, bella y desmesurada. En la ciudadela de Saladino, la vista se perdía en un cielo clavado por decenas de esplendorosos minaretes. Más tarde, deambulando por los laberínticos callejones de Khan el Khalili topamos con el popular café Fishawi, donde Naguib Mahfuz solía sentarse buscando los retazos de vida callejera que inspiraban sus novelas.


Tan antiguas como el nacimiento de los dioses, las pirámides de Guizá es la única de las siete maravillas del mundo antiguo que aún sigue en pie, pues fueron construidas para sobrevivir a la eternidad. Recordad aquella mítica frase: “¡Desde lo alto de estas pirámides veinte siglos os contemplan!", y aún seguirán contemplándonos veinte siglos más. Una vez en el avión, ya de vuelta, al poco de despegar vislumbré desde el cielo unas siluetas de perfectas formas geométricas y entonces comprendí aquel viejo proverbio que tantas veces había leído.
«El hombre teme al tiempo y el tiempo teme a las pirámides.»
(Proverbio egipcio)

2 comentarios :

Anónimo dijo...

La verdad es que no lo podrias haberlo descrito mejor! A partir de hoy mismo empiezo a ahorrar para mi proximo viaje que si duda será Egipto.

Maria dijo...

M'agraden els teus relats