28 de octubre de 2009

Tokyo y Nikko, el silencio sagrado

¡Que días más locos! El mundo gira a un ritmo trepidante y nosotros con él. Tras el resacón de Shinjuku, Ginza y Shibuya nos tomamos un respiro el martes por la mañana en el parque Ueno, un agradable paseo por verdes senderos y un lago con tortugas y barquitas con forma de cisne. Muy cerquita de Ueno se alza el impresionante Senso-ji, uno de los más grandes templos de Japón, aunque el pabellón principal estaba tapado por obras.... sniff... Pasamos también por el mercado de Ameyoko, un tremendo bazar puramente asiático ubicado en el centro de la modernidad. Comimos en un chiringuito nuestro plato favorito, un delicioso unagi, y nos marchamos hacia el distrito de Akihabara, donde merodeamos un ratito por el imperio de la electrónica y el manga, el paraíso de los fricazos.

Después de Akihabara repetimos nuestro paseíto en el futurista tren monorail que rodea la bahía de Tokyo hasta llegar a Odaiba. El día había sido claro y soleado, así que el atardecer sobre el skyline tokyota fue maravilloso. Los últimos rayos de sol teñían de oro gigantes de vidrio y metal al otro lado de la bahía. Era una ensoñadora imagen del futuro y nosotros estábamos allí contemplándola. Un momento guardado para siempre en la memoria. Justo allí mismo, junto a la estación de tren, giraba una gran noria a la que subimos para contemplar el último acto del anochecer sobre Tokyo: miles, cientos de miles, millones de luces centelleantes en el horizonte.


De repente, el oscuro sendero que se adentra en el bosque, el rumor del agua de un arroyo, la luz del sol filtrándose por las primeras hojas de momiji, el graznido de un cuervo, el canto de un monje a lo lejos, la inmensa sombra de los árboles que se cierne sobre nosotros y el silencio sagrado de Nikko, un espectacular conjunto de templos y santuarios en un maravilloso entorno natural. Ayer estuvimos allí todo el día y resultó ser una de las cosas que más nos han gustado de este viaje.


Y ya de noche, cenita con Naoshi, el amigo japonés de Marta y ahora ya amigo nuestro también. Habíamos quedado en el hotel y nos llevó a un restaurante cercano donde se encargó de pedirnos otro menú sorpresa, una cena exquisita, deliciosa, con sabores fácilmente reconocibles y mucho más adaptada a nuestro paladar que la del ryokan de Takayama. Nos reímos mucho cuando nos contaba sus aventuras españolas y al finalizar la cena le entregamos unos regalitos que le habíamos traído desde Mallorca: una botella d'herbes dolçes de nuestra parte y 300gr de jamón de jabugo envasado al vacío de parte de Marta. —¡Ibérico, ibérico! repetía una y otra vez con una sonrisa de oreja a oreja y los ojos abiertos como un dibujo manga. Hoy hemos trasteado un poco por Ginza y luego hemos estado el resto del día con Naoshi viendo el Palacio Imperial, dando un paseo en barco entre Ginza y Asakusa, cenando en Sinjuku y ahora a la cama que mañana madrugamos. ¡Buenas noches!

5 comentarios :

Anonymous dijo...

Quiero que me traigais una piedrecita....

Anonymous dijo...

holaaaaaaaaaaaaa!!!!!!!!!!!!yo quierooooooooooo!!!!!!!!!jo, que envidia me estais dando...hasta me lo tengo que leer dos veces para empaparme de todooo!!!decidle a naoshi que yo le llevo todos los ibéricos que quiera si me adopta un meeeesss!!jajajaja!!!!!!! muchos besoss, volved ya!!

leyre

Anonymous dijo...

...por cierto...pero que fuerrrrteeeee la foto de los perros noo????jajajaj!!!!es que no los había visto hasta que la he ampliado, estos nipones...!!!!!!!está claro que están en otro planeta..

Anonymous dijo...

Siempre nos quedará Japón...

Anonymous dijo...

Según fuentes bien informadas... ya estáis de regreso. Ala!! ido a camviar es "unagi" per es frit i la sobressada...

Ha sigut molt agradable poder seguir es vostro viatge. Es com si nosoltres també haguéssim viatjat... (salvant les distancies, es clar)

Benvinguts, Una abraçasa

Ara i Miquel