20 de septiembre de 2011

Capadokya, tierra embrujada

Después de una paliza de más de once horas de autobús nocturno, al amanecer llegamos a Göreme, en el corazón de Capadokya. Habíamos conseguido dormir bastante en el bus y al ver aparecer por la ventanilla chimeneas de las hadas, setas gigantes y laberintos de piedra, nos pareció que aún no habíamos despertado y seguíamos divagando por un extraño sueño.


Tras la erupción de un volcán en Capadokya, hace miles de años, la lava solidificada se transformó en rocas blandas fácilmente perforables, creando poco a poco un irreal decorado de formaciones pétreas inverosímiles. A lo largo de los siglos, sus habitantes aprovecharon esta cualidad de las rocas atormentando más aún esta tierra embrujada. Horadaron las entrañas de la tierra esculpiendo iglesias y monasterios, y acribillaron de túneles las cuevas para construir laberínticas ciudades subterráneas, protegiéndose así de ejércitos invasores.


Llegamos a la pensión que a pesar de ser cutrilla tenía una vista increíble de todo el pueblo. Subiendo por el mismo camino, un poco más arriba, una visión panorámica más asombrosa aún se desplegaba a nuestros pies: las mágicas tierras de Capadokya, un capricho volcánico de lava, hielo y viento bajo la luna de millones de noches. Respiramos hondo. Teníamos cuatro días por delante, muchos caminos por recorrer y mucho entusiasmo por hacerlo.


Optamos por la mejor forma de conocer Capadokya: a patita. Cientos de senderos discurren alrededor de Göreme. Aunque no están señalizados es muy fácil orientarse y las rutas de senderismo duran un par de horas cada una, así que a lo largo de estos días hemos podido hacer varias. Para hacer rutas desde pueblos más distantes como Uçhisar, Ürgüp o Paşabaği, alquilamos una moto de mayor cilindrada sólo por un día, ya que las conexiones de bus son bastante buenas. De esta manera, durante estos cuatro días de estancia en Capadokya hemos disfrutado haciendo el cabra por el onírico escenario de este mundo inverosímil. Es una visión mucho más intensa que la mayoría de turistas de viajes organizados que se limitan a llegar a los miradores, bajar del bus para hacer cuatro fotos y partir, una pena.


Hoy, en nuestro último día en Capadokya, hemos hecho de superguiris contratando una excursión organizada en una agencia local para visitar algunos lugares bastante más alejados: la ciudad subterránea de Derinkuyu, el valle de Ihlara y el monasterio de Selime. Al final hemos pagado nuestro tributo de turista borreguil visitando un taller de fabricación de piezas de ónix al que nos han llevado, pero no nos ha importado. Ya estábamos contentos con todo lo que hemos visto estos días.


Pero no todo ha sido caminar, caminar y caminar, también hemos volado. En Capadokya, si el viento lo permite, cada amanecer vuelan un centenar de globos sobre la región para regocijo de los turistas. Pues ayer, a las seis de la mañana sobrevolábamos en uno de ellos esta tierra de prodigios. El globo descendía continuamente para adentrarse en los valles y, cuando parecía que íbamos a tragarnos la rama de un árbol, volvíamos a ascender suavemente hasta tocar las nubes. El sol ya resplandecía en el horizonte y en torno a él decenas de globos flotaban suspendidos en el cielo saludando al nuevo día. Volar, volar y soñar.
«Sumérgete en tu memoria y maravíllate.»
(Jack Kerouac)

4 comentarios :

Mamen dijo...

qué bonito paseo en globo! me encanta!

Germán dijo...

Pero bueno....¡¡¡ya está bien de tanto viaje!!!....pero cuando volvéis???....ala venga vamos terminando....y de vuelta pa casa....que me estoy indignando!!!

Un abrazo.

Anonymous dijo...

Siguiendo, siguiendo... :)

(Neus)

Anonymous dijo...

Ha estat emocionant seguir el vostro viatje. Bon retorn

Miquel i Ara