12 de octubre de 2007

Delhi, las puertas de la India

¡Estamos en India por fin, vaya subidón de adrenalina!! Aunque nuestra primera impresión en Delhi fue... ufff... coches, ricksaws, humo, caos, motos, atascos, saris, bocinas, vacas, turbantes... hifriend whereareyoufrom, caos, caos, más atascos, más ricksaws, más coches, vacas, más vacas, olor a curry, olor a alcantarilla, olor a incienso y miseria, miseria... miseria. El hostal de Paharganj, el barrio de los mochileros, no estaba mal, pero aunque fuera una pocilga hubiéramos dormido de maravilla porque estábamos reventados. Al levantarnos cogimos nuestro primer ricksaw y tras regatear el precio llegamos hasta Connaught Place, el que fuera centro colonial, el orgullo del gran imperio británico. Delhi, nueve millones de almas buscando su lugar en el mundo, nueve millones de gritos de desesperanza. Nunca habíamos visto tanta pobreza. Y sin embargo, hicimos algo que ahora nos resulta desconcertante: buscando un sitio para comer, terminamos entrando en un restaurante lujoso y exquisitamente decorado que encontramos de casualidad bajo las arcadas de la antaño elegante Connaught Place. Unas pocas mesas estaban ocupadas por occidentales y el resto por familias indias adineradas, aunque para nuestro bolsillo acostumbrado al euro no le pareció nada caro. Empezamos así a familiarizarnos con la comida india y todo nos pareció absolutamente delicioso. De hecho el restaurante estaba avalado por la recomendación de Condé Nast, una de las más prestigiosas guías de viaje en todo el mundo. Un almuerzo digno de maharajás que se nos atragantó nada más salir del restaurante. La realidad india nos esperaba afuera: unos mendigos comían las sobras de los clientes, nuestras sobras quizás. Nos sentimos avergonzados. Vergüenza y desconcierto, esas serían las palabras.


Cargamos de nuevo con las mochilas y tomamos un ricksaw para dirigirnos a la estación. India es un país muy seguro para los turistas, apenas hay delincuencia y no se cometen robos, pero los “profesionales” del turismo, los conductores de ricksaws, recepcionistas y publicrelations que merodean a los guiris, ingeniarán cualquier treta para conseguir una pequeña comisión de agencias de viajes u hoteles. Pues aún sabiéndolo, caímos en la trampa. El conductor del ricksaw empezó a bombardearnos a preguntas. Que si era nuestra primera vez en India, que si ya teníamos los billetes de tren comprados, que a dónde íbamos después de Delhi… Nosotros ya estábamos un poco mosqueados y de repente, con el ricksaw en marcha, se sube un chaval y se sienta al lado del conductor. Aquello ya olía a chamusquina. Estaban compinchados para llevarnos a una agencia de viajes en lugar de la estación de tren y, de esta manera, cobrar una suculenta comisión. Empezamos a amenazarle de malos modos: —We want go to train station! If we don’t go there, we won’t pay you! —gritamos. Nada, ni caso. Stop! Stop! De pronto, sopló una ráfaga de buena suerte y el ricksaw se paró en mitad de la calle. ¡Se había averiado! Aprovechamos para coger las mochilas rápidamente y salir corriendo a por otro ricksaw. Creo que hemos aprendido bien la lección.


Una vez en la estación, empleamos unas dos horas en algo tan sencillo como coger un tren. Para localizar las taquillas y el tren correspondiente naufragamos entre la marea humana que se arremolinaba caóticamente junto a los andenes. Mientras, intentábamos agarrarnos desesperadamente a algún letrero o indicación en inglés. El calor, el griterío ensordecedor, el trajín sudoroso de miles de pasajeros… nos sentimos aturdidos. Por si eso fuera poco, un montón de espabiladillos pululaban a nuestro alrededor intentando llevarnos con triquiñuelas a alguna agencia de viajes, donde cobrarían una pequeña comisión. Finalmente partimos rumbo a Jaisalmer como teníamos planeado. Las 20 horas en el tren nocturno pasaron más rápido de lo esperado. En segunda clase se viaja relativamente cómodo, el colchón es mullido y las sábanas limpias. Cada vez que el tren para en una estación suben vendedores de te, dulces, samosas y picantísima pakora, incompatible con nuestros sensibleros paladares. Compartimos la cabina con un matrimonio mayor muy cotilla, como la mayoría de indios. A las tres de la mañana una familia entera bastante peculiar se nos ha tirado prácticamente encima para preguntarnos el número de litera. ¡Menudo susto! Una señora vociferaba histéricamente Which number? Which number? y nosotros, medio dormidos, no sabíamos si en ese momento estábamos en casa o en un tren en mitad del Rajasthan. Wellcome to India!

6 comentarios :

Arantxa dijo...

Hola chicos!
Me alegro de que hayáis llegado bien!
Un besito y disfrutad mucho!

Anonymous dijo...

Besos de parte de la "familia Corleone" y deeando todos que lo paseis muy bien

Germán dijo...

Me alegro de que todo vaya bien. Ojo con las pulgas del tren.
Un abrazo y pasadlo bien.

The girl in green dijo...

¡Javi, cariño, ten cuidado! ¡Te hecho de menos!!!
Un besito muy fuerte de tu chica Alaronera.

miquel i ara dijo...

Molt bé. Anau amb compte i disfrutau tot el q pogueu.

Una abraçada.

Javier y Katiana dijo...

Un saludo a todos en especial a the woman in green (se que la tengo loca, pero no menos que a ti, german) !!!

Javi